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ANGEL  PASCUAL  RODRIGO
ángel y vicente p. rodrigo - la hermandad pictórica aragonesa

       
 
ATENAS


Instalación en Galería Atenas, Zaragoza, 1972



 



         
Al cumplir 40 años de aquella «instalación pictórica» y fallecer D. Federico Torralba, publicamos en su homenaje el texto que él escribió para el catálogo de la individual de Angel Pascual Rodrigo en 1997, en la que celebró el 25 aniversario de la Galería Atenas y del periódico Andalán.

Ver en esta web la conmemoración de la primera individual de «los hermanos Rodrigo»




 
 
 
 




EN TORNO A LA GALERÍA ATENAS Y LA PRIMERA EXPOSICIÓN DE «LOS HERMANOS RODRIGO» EN ZARAGOZA

Federico Torralba Soriano
Zaragoza, agosto de 1997

El texto de Ángel Pascual Rodrigo con el título Para uso de cabeza y pies en éste su catálogo de pintura es lo suficientemente claro y meditado, lo suficientemente explícito y personal, que hace innecesarios los otros textos de aquellas personas con que él, Ángel, se ha querido arropar, quizás sin necesitarlo. Unos párrafos son suficientes para explicitarlo y marcar su madurez. Dice:

«Quien se acomoda en el culto a la tradición puede caer en el estanque del dogmatismo. Quien se monta al culto de la modernidad puede ser arrastrado por la irreflexión de la demagogia».

Y tras comentar las corrientes contemporáneas continúa:

«Entre turbulencias y pretensiones no es fácil hacer comprender lo que entraña la íntegra sencillez de nuestra pintura. La raíz de nuestro pre-romanticismo post-industrial».

Y concluye el texto (glosando el título del catálogo) del siguiente modo:


«Mientras tanto uno da un paso tras otro, pensando desde el primero que el siguiente puede ser el último, remontando desalientos y fatigas para dejar en cada huella lo mejor de uno mismo. Quizás la dificultad sea el mejor estímulo vital. Merece la pena seguir ilusionando».

Pero no voy a transformarme en comentarista de ese texto, ni crítico del mismo; desde fuera, tienen ese cometido.

Quiero aquí recordar otra cosa que sí me atañe. Cuando hace veinticinco años un grupo de amigos fundamos la Galería Atenas (que continuaba y ampliaba una tarea comenzada en Kalos) se acogió allí, con placer y sorpresa, a unos jóvenes que hacían su primera exposición en Zaragoza, dentro de la corriente pop. Viéndolos montar, en compañía del director de la galería, la exposición, con estupenda dinámica, que resultaba aparentemente lúdica, pero más profunda en realidad, tendían cuerdas, colgaban cuadros en vivas inclinaciones y en expresivos ritmos de alturas y bajuras, que magnificaban aquellas sencillas imágenes de colores rotundos y definida expresividad de cómic, en el ámbito de las salas, creí en su eficacia y disfruté mucho. Era algo fuerte y joven que nos llegaba y se mostraba. Fue indudablemente eficaz. Pero esto está ya lejos y en el recuerdo.

Lo interesante es pensar que estos muchachos —entonces— iban a hermanarse en algo bien distinto. Colores matizados y menos definidos, en sordina a veces, formas menos o nada agresivas, espacios amplios en vez de marcos comprensivos, no un dibujo contundente y explosivo, sino licuado y como disimulado, como un simple sirviente para disponer los espacios y modelar las formas y recrear un clima bien distinto de aquel de la primera exposición, de lo pop; un clima indudablemente lírico, un lirismo gratuitamente humilde y alguna vez un tanto conmovedor. Y un realismo bien diferente, tierno y convencional en ocasiones que poco tenía que ver con el desgarramiento de antaño. Y los formatos, absolutamente insólitos entre nosotros. Quisiera yo saber cómo les llegó el ejemplo de la estética extremoriental, sobre todo de la japonesa: ellos supieron captar que el e-maquimono, iba bien para la narración (o la descripción) y el kakémono para la síntesis compositiva poético pictórica. Fueron sus formatos alargados, apaisados (e-maqui) o estrechos y verticales (kakémono). Superar un cambio tan sorprendente que desconcertó sin duda. Y todavía es aún más desconcertante su permanencia en ese mundo pictórico suyo, que unía la indudable sensibilidad con una —aparente— sencillez y en ocasiones ofrecía toques ostensibles de exquisitez. Valga esto para la labor durante años de la Hermandad Pictórica.

Pero hoy, desgajado de la Hermandad, ¿cómo funciona Ángel Pascual Rodrigo? No he visto nada de su obra más reciente al natural. Juzgo por fotografías y catálogos. Veo un madurar sobre lo anterior. Un artista pensante que lee —sin duda— y sabe expresarse sobre el arte y el artista. Que juega a veces a un modo de didáctica del arte, a que en ocasiones no es ajena la expresión y lo surreal. Gaspar David Friedrich ya estaba presente en la Hermandad pero ahora se hace más definido (Sin ninguna añoranza) y curiosamente —extraña problemática— se plasma con el recuerdo y el hacer de Seurat (Pasiones y tempestades) ¡y se enlaza con el rayo de la Tempestad de Giorgione! Y logra síntesis simples y hermosas como en Cuando el agua no refleja el sol. Me gustaría ver aquí juntos los dos bastidores de No me puedo olvidar (e-maquimono y kakémono).

Y para completar el personaje reproduzco el final de su texto en Passaport Oblidat, catálogo de su exposición en la Galería Pedrona Torrens: «Cuando el arte no pretende ocupar el centro de la vida su intensidad se hace más real, es entonces cuando puede convertirse en ese pasaporte olvidado que da acceso a mundos casi perdidos. Sólo cuando ocupa el verdadero lugar que le corresponde se nos puede ofrecer como acompañante para reabrir nuestros ojos ante esos mundos que están tan cerca y que por creerlos caducos los tenemos tan lejos».

Creo que podemos ver a Ángel Pascual Rodrigo completo (casi) en ese otro texto suyo, estupendo.