- la hermandad pictórica |
Francisco
Calvo Serraller
Texto
sobre esta pintura en catálogo exposición
Sala Luzán Zaragoza 1989
Mirada desde la altura de las cumbres sobre un lecho acuático, de calmas
aguas profundas. La caída del sol es majestuosamente pausada, de cadencia
inverniza, filosófica. Color sin calor, sentimiento con pensamiento, soledad y
silencio. Es el paisaje del eremita, del sabio retirado en lo inaccesible para
encontrar la verdad. Brumas y pálidos reflejos abriéndose una senda sobre una
mar de ceniza, las ascuas frías de esta verdad última franquean el paso a la
noche. Y el poeta de la noche, Novalis, ha escrito así su himno: «Pero me vuel-
vo hada el valle, a la sacra, indecible, misteriosa Noche. Lejos yace el mundo
—sumido en una profunda gruta— desierta y solitaria es su estancia. Por las
cuerdas del pecho sopla profunda tristeza. En gotas de rocío quiero hundirme y
mezclarme con la ceniza. —Lejanías del recuerdo, deseos de la juventud, sue-
ños de la niñez, breves alegrías de una larga vida, vanas esperanzas se acercan
en grises ropajes, como niebla del atardecer tras la puesta del sol. En otros
espacios abrió la luz sus bulliciosas tiendas. ¿No tenía que volver con sus hijos,
con
los
que esperaban su retomo con la fe de la inocencia?».
Texto
sobre esta pintura en catálogo exposición
Sala Luzán Zaragoza 1989
Francisco
Calvo Serraller
Para comentar la serena armonía que ordena este paisaje en amplísima lon-
tananza, viene bien recordar, de nuevo, las palabras de Shan Shui Hsün, nunca
superfluas: «Una montaña grande es tan majestuosa que se convierte en señora
de multitud de otras, ordenadamente dispuestas a su alrededor. Se convierte en
gran señora de colinas y laderas, bosques y valles, ya sean lejanos o cercanos,
pequeños o grandes. Su apariencia es la de un emperador majestuosamente
sentado en toda su gloria, aceptando el servicio de sus vasallos y dándoles
audiencia, sin signos de arrogancia o altivez». Altiva o accesible, yo no llamaría
emperatriz a la elevada montaña, que, coronando la cordillera, se enseñorea en
este paisaje, que, posee, sin embargo, el encanto sereno de un orden larga y
sabiamente sedimentado, silencioso e intemporal. La luz difusa, que se reparte
homogéneamente por entre las cosas, cual si fuera la suave emanación o el halo
exhalado por su propia piel, tiene un no sé qué de la pureza de ciertos paisajes
del siglo XV italiano.
Francisco
Calvo Serraller
Arde el mar, vibrantes las encendidas brasas del crepúsculo. Esta geografía
sentimental, muy romántica, con su torre vigilante en la cúspide de la montaña,
forma un cuadro de extraña quietud, un atardecer de aguas estancadas. Me
recuerda
las estrofas de El regreso, de Heine:
«Llega la noche; la bruma
del mar cubre con su manto;
murmuran las verdes ondas
con ecos dulces y extraños,
y una sombra se levanta
sobre el
mar abandonado».
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8:45 minutos
Arqueologica
circiter,
última exposición de LA
HERMANDAD
Salas
de la
Diputación de Huesca 1989
Versión en base a la realización de Eugenio Monesma
con textos
de Francisco Calvo Serraller