PINTANDO
LA SENSIBILIDAD
Texto publicado en el
catálogo
de la exposición
PASOS Y
HUELLAS
de Angel
Pascual-Rodrigo
en el
TORREON FORTEA
Zaragoza,
1997
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José
Antonio Labordeta
Andaban
ya caducos los
últimos
años sesenta y los setenta relucían esperanzados por
entre
los arcos del viejo puente de Piedra de Zaragoza —estrafalariamente
desconcertado
sobre las aguas del Ebro— cuando un amigo pintor, José Luis
Lasala,
me habló de una pareja inquietante que, por las riberas
sombrías
de ese río, levantaban un estudio angustioso por los bajos de
una
de esas casas situadas entre el derribo, la humedad y la solitaria
aversión
que los zaragozanos siempre hemos tenido al viejo río inventor y
unificador de esta Iberia peninsular.
Y
una de esas
depresivas
tardes de
noviembre, cuando la luz ha dejado ya de inventar territorios y se ha
convertido
en un sudario de penumbras, acudí, junto a José Luis, a
visitarlos.
Y su mundo era increiblemente novedoso e imaginativo. Y sus conceptos
de
lo que era Arte estaban tan descaradamente enfrentados a los que
ungíamos
las viejas vanguardias ya derrotadas que descubrí, en aquella
oquedad
del Paseo de Echegaray y Caballero —autores de Gigantes y Cabezudos—
un nuevo paisaje, una nueva perspectiva. Y me hice adicto de los
hermanos
Pascual Rodrigo, pues nunca supe, por aquellos años, cual era
cual
de los dos hermanos.
Y
de mi
adición
salieron el
poster homenaje a Miguel, las maquetaciones de los primeros,
maravillosos
e ingenuos Andalanes —que este año hacen sus veinticinco
añitos—
y el gran cuadro de los Heterodoxos aragoneses, y esa increíble
soledad y ternura que guardo en las paredes de mi casa en la que un
hermoso
Toro Sentado cobija las espaldas de ese Louis Armstrong sudoroso y
abatido.
Fueron
días
hermosos y felices
y poco a poco cada uno de los hermanos fue barándose en su mundo
y hace unos días viajando por las llanadas de la Almunia de
doña
Godina, viendo al frente las sierras del Moncayo y el sol
derrumbándose
en un hermoso e increíble atardecer volví a pensar, esta
vez, en Angel Pascual que es de los pocos pintores que sabe
captar
esa cosa tan delicada, sencilla y dificilísima como es la
sensibilidad
de la luz en el paisaje. Y durante un buen rato me detuve en el
arcén
y me emocionó el espectáculo.
Cuando
finalmente
llegó la
sombra de la noche recuperé la memoria y en el recuerdo los
paisajes
de Angel, su quietud personal, sus buenas maneras para entender
la vida. Sus increíbles, emocionantes y largos silencios que son
los que hacen que de los lienzos crezca un mundo fantástico
arrebatado
a la sensibilidad de sus palabras pausadas y un tanto
ensoñadoras
del mundo que le rodea.
Espero
que
un
día
pueda ir
a Campanet —ese refugio mallorquín inventado por Angel—
y podamos, junto a los suyos, recuperar, sin nostalgias, la vieja
memoria
de los aciagos y esperanzadores días de aquellos setenta tan
increíbles
y tan hermosamente plasmados en lienzos y tarjetas, en posters y
páginas
amarillas de Andalán como voceros de una esperanza compartida en
un mundo mejor y que, desgraciadamente, está aún por
venir
y por el que hay que seguir en este combate crudo y realista de la vida
diaria ¡Que la serenidad de tus lienzos nos convoque a
todos
frente a la irritable sociedad que nos anula!: Amen...
J.
A. L.
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A la memoria
de
un gran amigo
Àngel
Pascual Rodrigo
20
de septiembre de 2010
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J. A. Labordeta
y Angel
Pascual posterizados, 2007
Son
tantos y tan entrañables los lejanos momentos compartidos…
tantas
las complicidades, los andalanes, las tertulias... tantas las
canciones, pinturas, carteles y cenas confluyendo en el aire…
Nuestra
hermandad
pictórica
tuvo en él un valedor de lujo, lo
demostraba cambiándonos dineros por aquellos «heterodoxos
aragoneses»,
aquel «Sitting Bull», aquellos encargos para anunciar
recitales o para
“posterizar” aquel hermoso poema de su hermano Miguel del que
pertenecen en mi memoria sus párrafos:
…
vuelve sagrado
cuanto toques
natural
cuanto toques
sagrado
vuélvelo natural…
Su
palabra nos abrió puertas
y amistades. Era generoso hasta en su mirada, que evocaba siempre una
paternal ternura.
La fidelidad y el afecto han
perdurado por encima de los temporales
sociales. Pocas personas encuentra uno que no le decepcionen en el
periplo; él fue una de ellas. Logró permanecer ileso
incluso en medio
de su largo existir de peculiar animal político, demostrando
evidencias
sin fin.
Su socarronería pudo hasta con sus traidores.
Siempre me sorprendió que
dijera de sí mismo que era un vago. Sospecho que era porque no
quería presumir de ser capaz
de pararse en
medio del estrépito y contemplar lo que a los demás
pudiera parecer
insignificante... como quien no quiere la cosa, excusándose en
sus
pasos
cansinos de pez de tierra adentro. Sus libros, canciones,
artículos y
su mochila contradicen su pretendida vagancia.
Pero lo que más guardo son
sus aspectos íntimos, esos que perduran en
sus canciones menos conocidas. Esas en que nuestras islas del alma se
descubren, traspasando el
mar de los olvidos. Nunca quisimos
acotar las islas de cada cual, aunque sí las acariciamos en las
cartas
y en sus canciones:
Quisiera
con tus
manos abrir una gran brecha
al mar
que nos separa de islas y montañas.
Me sigue conmoviendo la sinceridad
tierna y llana de sus canciones de
amor. Pero hay una entre ellas que me transporta a un misterioso
ensueño, mezclando amores maduros con añoranzas de
exiliados, recordando
con maestría poética a un Cesar Vallejo a las puertas de
la
muerte, en
París, con una palabra entre sus labios —una palabra hoy
escupida por
falsos herederos— que significaba para el gran poeta peruano un
nacimiento: España.
…
Y a mí me
han destruido la
esperanza
de verte por los
campos renaciendo
igual que él
quiso que
naciera España…
José Antonio Labordeta
Fragmento de la
canción Trilce
Escuchar
la
canción Trilce en
YouTube
|
A
la memòria d'un gran amic
Àngel Pascual
Rodrigo
20 de setembre de 2010
Versió
en
català
publicada
a la revista
CAMPANET |
|
…
i Labordeta no va arribar a venir a Campanet
…
Espero que un día pueda ir a Campanet —ese refugio
mallorquín inventado por Ángel— y podamos, junto a los
suyos, recuperar, sin nostalgias, la vieja memoria de los aciagos y
esperanzadores días…
José
Antonio Labordeta
Extracte del text per
el catàleg
de l’exposició
“Pasos y huellas”.
Torreón
Fortea. Saragossa, 1997 (text complet a dalt)
Són
tants i tan
entranyables els llunyans moments compartits… tantes les complicitats,
els andalanes, les tertúlies… tants les cançons,
pintures, cartells i sopars què confluïen a l’aire…
La nostra hermandad
pictórica va tenir en ell un valedor de luxe, ho
demostrava
canviant-nos diners per aquells “heterodoxos aragonesos”, aquell
“Sitting Bull” o per aquells encàrrecs per anunciar recitals o
per “posteritzar” aquell bell poema del seu germà Miguel del
qual pertanyen en la meva memòria els seus paràgrafs:
…vuelve
sagrado cuanto toques
natural
cuanto
toques sagrado
vuélvelo natural…
La seva
paraula ens va obrir
portes i amistats. Era generós fins en la seva mirada, que
evocava sempre una paternal tendresa.
La
fidelitat i l’afecte han
perdurat per sobre dels temporals socials. Poques persones troba un que
no li decebin en el periple; ell en va ser una. Va aconseguir romandre
il·lès fins i tot enmig del seu llarg existir de peculiar
animal polític, demostrant evidències sense fi. La seva
sornegueria va poder fins i tot a amb els seus traïdors.
Sempre em
va sorprendre que
digués de si mateix que era un gandul. Sempre vaig sospitar que
era perquè no volia presumir de ser capaç d’aturar-se
enmig de l'estrèpit i contemplar el que als altres pogués
semblar insignificant… com qui no vol la cosa, excusant-se en els seus
passos cansinos de peix de terra endins. Els seus llibres,
cançons, articles i la seva motxilla contradiuen la seva pretesa
ganduleria.
Però
el que més
guard són els seus aspectes íntims, aquests que perduren
en les seves cançons menys conegudes. Aquestes en què les
nostres illes de l’ànima apareixen per onsevulla, traspasando el
mar de los olvidos. Mai vàrem voler fitar les illes de
cadascú, encara que sí les acariciam a les cartes i a les
seves cançons:
Quisiera con tus manos abrir una gran
brecha
al
mar que nos separa de islas y montañas.
Em continua
commovent la
sinceritat tendra i plana de les seves cançons d’amor.
Però n’hi ha una entre elles que em transporta a un
misteriós somni, barrejant amors madurs amb enyorances
d’exiliats, recordant amb mestratge poètic un César
Vallejo a les portes de la mort, a París, amb una paraula entre
els seus llavis —una paraula avui escopida per falsos hereus— que
significava per al gran poeta peruà un naixement: Espanya.
…Y
a mí me han destruido la esperanza
de verte por los
campos renaciendo
igual que él
quiso que naciera
España…
José
Antonio
Labordeta
Fragment de la
cançó Trilce
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