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Angel Pascual-Rodrigo 

Y así pasa y queda
 
2005 - SALA LUZAN Zaragoza y MUSEO DE TERUEL

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mundo

Imagen virtual inicial del proyecto (arriba)
y foto definitiva de la
instalación pictórica (abajo)
 
 
Las columnas reales de la sala fueron teñidas con sulfato de hierro para la exposición

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Y ASI PASA Y QUEDA

Angel P. R.

Mis últimas obras inciden en la dualidad. Quizá sea por mi naturaleza geminiana, tan propicia para hermandades y diálogos. Hay un vadear continuo entre el antagonismo y la afinidad, la noche y el día,  lo viejo y lo  nuevo, el ensueño de la vida y la vigilia de la muerte...

La creación plástica tiene su propio lenguaje. Algo anda mal en ella si necesita literatura o ciencia para hacerse entender. Sin embargo, cuando es capaz de generar sensaciones y pensamientos en escritores, científicos o cualquier espectador podemos pensar que anda bien. Si una obra provoca en ellos palabras inteligibles que chispeen —ausentes en los escritos de muchos especialistas en arte novedoso— ¿por qué no pedirles que escriban? Con frecuencia se han dado ese tipo de colaboraciones y quizá el arte actual no sería tan endogámico y endocaníbal si hubiera seguido prestando atención a otras disciplinas, sin caer en ese eufemismo del mestizaje que suele ser una mera hibridación estéril.
 

 

Respeto y admiro a los buenos teóricos de las artes plásticas, muchos han demostrado conocimiento, valor y tenacidad a lo largo de años. No los enumeraré, ellos lo saben y lo mío no es la coba. Pero creo que este proyecto es propicio para un encuentro de lo visual con otros campos ajenos y distantes.

Quiero dejar claro que considero primordial el que la pintura ha de ser pintura ante todo. Es importante que en el acto de pintar la reflexión quede a un lado dando el mando a la intuición. La idea se ha de desvanecer para convertirse en ilusión matérica por gracia de la luz. Esto nos lo recordó a su modo  Corredor-Mateos en una conferencia reciente.

He pedido en esta ocasión la palabra a una mujer y a un hombre. También esto incide en la dualidad y ha surgido por un encuentro más que por una búsqueda. Representan a mis dos tierras irrenunciables: mi ancho Aragón y mi insular Mallorca. Eran ya amigos entre sí antes de que el arte nos juntara. Representan a la literatura y a la ciencia, dos extremos entre los que se han movido siempre las artes visuales de modo más o menos autónomo. Ella es María Dolores Albiac, profesora de Literatura en la Universidad de Zaragoza. Él es Francesc Bujosa, profesor de Historia de la Ciencia en la Universitat de les Illes Balears. 

Y para completar mi introducción citaré unas palabras que me provocaron una toma de conciencia sobre el cariz tomado por mi obra, dando pie firme a las líneas básica de este proyecto. Me llegaron hace ya dos años en un correo aparentemente normal. Son palabras entre espectador y artífice —esa otra dualidad sin la cual el arte es inerte—. Puede verse en ellas algunas de las ideas y tensiones implícitas en esta exposición: El porqué de los encuentros entre obras aparentemente dispares o entre obras mostradas ahora por primera vez y obras ya vistas en otro contexto espacio-temporal...
 


Las palabras de Elisa Moliner:

«...Fui a ver tu exposición en Barcelona, a la sala Vinçon, un fin de semana.

Por descontado, me gustó mucho. Me sorprendió la mezcla de cuadros que he visto en distintas exposiciones —y por tanto, distintos "humores" o "estados" que nos transmites— junto a cuadros que para mí eran nuevos. Pero también me gustó ver cómo trabajaste para integrarlos a todos, como si fueran hermanos de distintas madres.

Los cuadros nuevos me dejaron pensativa y un poco parada, porque me dieron la impresión de austeridad y aspereza. No sé, quizás soy yo que veo el momento actual así y me parece ver en los demás el mismo enfoque; eso me reafirma en cierta medida mis pensamientos, pero al mismo tiempo me choca la coincidencia.

Me gustó especialmente el del agua verde. Y esa Venus tiene una atmósfera tan fascinante... El cartel —o la postal— de la Venus con el parchís es para mí muy entrañable, porque ese parchís es de hace tanto tiempo, y sigue siendo especial.

Pero sobre todos, el que creo que se llama El trazo del Laberinto, es el que a mí personalmente más me re-impresionó, porque hacía muchísimos años que lo vi aquí en Zaragoza en el Palacio de Sástago, y entonces me gustó, pero lo vi más como un capricho o como un juego. Pero esta vez nada de eso. Esta vez me encandiló, y me asombró. ¿Cómo puede ser que me asombre algo que ya había visto antes? Fíjate qué cambio de impresión de una misma persona —yo— frente a la misma obra. La respuesta es contundente: Es el claro efecto del paso del tiempo.

Ya ves. Tus obras nos ayudan a conocernos un poco más...»