La transición
Tras la separación
temporal en la que Angel y Vicente
reflexionan a fondo,
vuelven a encontrarse en 1975. Al coincidir en sus
nuevas ideas deciden reconstituir la
hermandad.
Un
texto del mallorquín Joan
Mascaró es clave para Angel tras viajar al
abismo en su primera estancia mallorquina. Aquel texto le conduce
a
las escrituras de las tradiciones universales y a
pensadores
perennialistas como Marco Pallis o Frithjof Shuon, cuya perspectiva
intelectual le
marcará durante el resto de su vida.
A nivel existencial, el contacto con el prerrománico asturiano y sus entornos naturales en 1975 tiene para él un efecto catalizador. Tras el reencuentro de los
hermanos,
Angel
y Vicente vuelven a plantear sus
exposiciones conjuntamente, realizando obras individualmente pero bajo
la
firma común e indistinta.
En 1978 eliminan el término aragonesa para evitar interpretaciones de carácter nacionalista y la ironía que sus obras ya descartaban. Sus pinturas y diseños evolucionan hacia un realismo mágico, conjugando un simbolismo complejo y laberíntico con un ecologismo sencillo y directo. Se puede ver cierto
paralelismo —en cierto modo
antagónico— entre su evolución ideológica
personal y la Transición
que se produjo durante aquellos años en España,
reflejando una actitud común en una parte de su
generación.
Entre 1976 y 1977 se
trasladaron de la ciudad al campo. Se
instalaron en dos pequeñas aldeas: Vicente en Rasal, en el
Prepirineo. Angel en Montmesa, en el desierto de los Monegros, junto
al embalse de la Sotonera.
El contacto continuo y
directo con la naturaleza les lleva a adentrarse en la magia
sencilla y natural de los paisajes que les rodeaba, evolucionando hacia
una visión objetiva de la
naturaleza, contemplada con austera intensidad.
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